martes, 27 de octubre de 2009

De Paul para Rachel




Aquí teneís en link de la música. Como siempre que suene la música y leed. Gracias.
http://www.youtube.com/watch?v=MkfWCb_6eU8





Rachel no entendía nada… no sabía quién era aquel hombre de ojos azules, tan parecidos a los de ella, aquel hombre postrado en cama, con la mirada pérdida en el frondoso paisaje que le brindaba la ventana situada al lado izquierdo de su cama. Su cuerpo, estaba vendado, y sus piernas… no tenían nada de rodillas para abajo. También estaba enchufado a unos aparatos muy raros. Por momentos sintió un pequeño dolor en su pequeña barriguita, amagó con retroceder, pero la mano de su madre estrujó sus pequeños dedos y comenzó a acercarse a la cama.
Rachel levantó su carita y miró la cara de aquel señor de aspecto raro. Vio entonces el mechón rubio que caía sobre el vendaje que situado en su frente, y como el señor en silencio lloraba lágrimas… lágrimas como la luna en el cuento porque no puede ver al sol pensó Rachel… y de repente la niña entendió todo…
- ¿ Papi? Dijo con una voz infantil y temblorosa….
Su madre ahogó un pequeño grito de desesperación…
-¿ Papi? Volvió a repetir asustada… y se agarró a un dedo de la mano de Paul, una mano llena de raspaduras y de color marrón debido a las pequeñas quemaduras.
Sus pequeños ojos azules, comenzaron a empaparse… y Rachel se aferró aún más al dedo de su padre
- ¿Qué te pasa papi?, ¿Estas malito?, ¿Te vas a poner bien? Dijo con un hilito de voz, propio de sus 5 añitos…
De repente, un doctor, entró en la habitación, comprobó los aparatos a los que Paul estaban conectados y a continuación se dirigió a la madre de Rachel:
- Señora Meyer, ¿podría hablar con usted a solas por favor?
A continuación, Marcharon al despacho del facultativo.

En ese momento en la soledad, Rachel, con la inocencia de una niña pequeña cogió la mano de su papá, y la puso en su carita, notó como él no tenía fuerzas para sostenerla así que fue la niña la que lo hizo, a pesar del cansancio, buscaba la caricia de papá… de su papá, el que jugaba con ella, lanzándola por el aire, el que le ayudaba a bañar a sus muñecas, el que le arropaba y le daba un besito en la frente después de contarle su cuento de la luna y el sol.
Unos metros más allá, Laura caía derrumbada en la silla…
- Hemos hecho lo posible señora… pero la onda expansiva fue potente… sus heridas internas son abundantes, uno de los pulmones está bastante dañado… No puede hablar, creemos que pueda tener afectado el lado del habla debido al golpe de su cabeza, no mejora la situación… es solo cuestión de tiempo, no creamos que sobreviva, a decir verdad, no se como ha podido sobrevivir el último mes y el viaje de vuelta… lo siento.
- ¿Está diciendo que mi marido va a morir? ¡Oh Dios mío! ¡Oh Dios mío! Gritó Laura y salió por el pasillo en una sola dirección… los brazos de Paul…
Su madre la vio y salió disparada a su encuentro, entró la habitación… Laura tenía abrazada a Rachel y se arrimó a Paul… el llanto anegó sus ojos, y sus lágrimas humedecieron la frente de la niña.
-Cariño ven, le instó su abuela…
-Abuela, papá se va a poner bien ¿verdad?, ¿verdad?
Y abandonaron la habitación del hospital…
Pasaron, una, dos, tres horas y Rachel comió y jugó en el parque de la entrada del hospital, inocente, tranquila, vigilada con amor.
Laura, no se separó de Paul ni un solo momento, le amó con la mirada durante esas tres horas con la misma fuerza con la que lo había hecho esos 8 años a su lado… Su amor… su rubito de ojos azules, su caballero andante…
-Mami… ¿puedo entrar?… la abuela dice que tengo que ir pronto casa para ponerme el pijama y esperar a ver la luna para ir a la cama.
Su madre asintió con la mirada perdida quizás en un futuro que no iba a presentarse.
Rachel avanzó con cautela, no quería hacer ruido, papá estaba malito. Volvió a coger el dedo de su papá con fuerza, lo miró y volvió a mirar a sus ojos mojados…
- No llores papi, yo mañana vengo a cuidarte otra vez, dijo la niña acercándose y dándole un besito en su maltrecha mejilla.
El reflejo de la luna hicieron brillar de un plateado intenso las lágrimas de Paul.
-Adiós papi…mañana te cuento el cuento de la luna y el sol. Ponte bueno para jugar conmigo, te quiero hasta el cielo más grande… y las palabras resonaron en el interior de Paul, haciendo sonreír su corazón.


Pasó el tiempo… e hizo su trabajo. Paul falleció apenas dos días más tarde, acompañado por su hermano y Laura. Su mirada siguió perdida en la ventana, como con deseos de estar junto a alguien más… con otra personita.
Fueron varios los homenajes que recibió Paul. Y Rachel los vivió al lado de su mamá. Vio como señores con gorras blancas le daban a su madre una bandera, el gorro de guerra de su papá, y una medalla muy brillante. Vio como señores con muchas medallas en la chaqueta hablaban de esperanza y libertad. De liberar a otras personas.
No fue fácil para la ambas superar la tragedia en los primeros días. Fueron muchas las noches que Laura se refugio en la cama de su hija.
Un día, un caluroso día de Agosto llegaron dos cartas. Laura las recogió del buzón. Venían de Afganistán… con fecha anterior…llegaban tarde, muy tarde Seguramente Paul la había escrito antes de…. Había una para cada una… y tras una tarde de recuerdos y dolor en su habitación, Laura llamó a Rachel. Le explicó que la carta era de papá llegaba tarde y le dijo si quería la carta que papá le había escrito hace tiempo. La niña agarró su muñeca… la que bañaba con su papá y se sentó a escuchar junto a su mamá.

De Paul para Rachel:
Querido pizquito… ahora que estoy descansando en mi cama, estoy pensando en ti, en mi muñeca preciosa.
Espero que estés bien, que te comportes como toda una señorita y estés ayudando a mamá en casa.
¿ Como esta Marie? ¿ La has bañado con mamá y le has puesto sus trajecitos?
Cariño, te echo mucho de menos y cuento el poco tiempo que queda para volver casa y volver a arroparte en tu camita de princesa.
¿Sabes? Ayer tuvimos que patrullar por un mercado del pueblo que cuidábamos de los malos, y al pasar por una calle una niña pequeña como tu se acercó a mí y tenía una muñeca como tú. La muñeca se llamaba Aisha… y tenía un trajecito verde. Vi que estaba sucia y le di una botellita con agua para que la bañara como hacemos tu y yo.
Te echo mucho mucho de menos. Cuando llegue voy a levantarte y a morderte tu orejita de conejito. Ya queda menos para volver y celebrar tu cumple. Tengo un regalito aquí para ti, pero no te lo voy a decir hasta que compruebe que te estas portando bien ¿ vale? Dile a mamá que no se enfade que tengo otro para ella.
¡ Ah por cierto! Ayer me hice un poco de pupa en el dedo cuando estaba trabajando, así que espero que me cuides cuando vuelva.
Pizquito, acaba de sonar la alarma del cuartel y tengo que irme a vestir deprisa. Por cierto creo que es hora de que le contemos nuestro secreto a mamá.
Cariño te quiero hasta el infinito y quiero verte. Pórtate bien y cuida de mamá.
Te quiere mucho, Papi.


Esa noche, cuando ambas estaban acostadas, Rachel escuchó que su mamá estaba triste, podía escuchar con sus orejitas de conejo que su mamá lloraba bajito.
Rachel se destapó, llevó a Marie con ella. Salió al pasillo oscuro y al verse agasajada por la oscuridad corrió a la cama de su mamá, que le abrió la manta y la acogió en sus brazos.
-Mami ¿ Porque lloras?. Le preguntó la niña.
-Porque Papi no esta con nosotros. Le respondió con ternura.
-Si que esta mami… lo que pasa es que no te he contado el secreto.
- ¿Que secreto cariño?.
-El secreto del cuento de la luna y el sol.

La niña le explicó:
Papa decía que el abuelo le dio una magia. Y que un día si el no estaba se convertiría en la estrella del cuento mami… la estrella que llevaba los mensajes de Amor que la luna le mandaba al sol. Decía que así podía estar junto a ellos para cuidarnos a las dos. Por las mañanas iría junto al sol. Y por las noches nos miraría junto a la luna. Si esta mamá… nos mira desde el cielo. El es la estrellita que siempre esta pegada a la luna.
Laura dejó caer unas lágrimas plateadas… por el reflejo de la luna.
- Gracias por arroparme papi. Te quiero hasta el cielo más grande
Se cogieron de la mano y se durmieron mirando a la luna.

lunes, 12 de octubre de 2009

De Carlos para Marieta.


Como siempre en mis reflexiones y en mis historias os añado una canción que materialice en palabras lo que siento dentro de mí. Aquí esta, ponedla mientras leeís. Gracias.http://www.youtube.com/watch?v=pAIKznMPXUk

Eran las 4 de la mañana. Carlos no podía dormir. Esta situación era una tónica habitual en su nuevo estilo de vida. Pasaba noches enteras pensando, reflexionando acerca de sus más profundos sentimientos. Tenía encendida la lamparita de su mesa de noche para no despertar a su esposa Marieta que un tenía que madrugar un par de horas más tarde para llevar a las niñas al colegio.
Carlos había aprendido a controlar su dolor en la medida de lo posible, en no mostrar su bajo estado de ánimo ante las niñas o ante Marieta para no alarmarlas sin necesidad. Había aprendido a pasos rápidos y obligados en no pensar en su enfermedad durante el día cuando sus brillantes ojos azules podían oscurecerse y mostrar la tristeza que le consumía interiormente.
Carlos padecía desde hacia dos meses un cáncer maligno en el pulmón. Nada se podía hacer ya, había dicho con franqueza el neurocirujano que lo había recibido en la consulta. El cáncer se había extendido por el pulmón con rapidez, y no tardaría en hacerlo en el siguiente. Lo que comenzó para Carlos como simples problemas respiratorios había desembocado en la barrera que acabarían con la vida de Carlos… sin poder ver crecer a sus niñas… sin poder vivir el resto de sus días con la mujer a la que había prometido Amor eterno.
Al principio de todo Carlos bajo los brazos y miles de sentimientos lo hundieron en un pozo, pero Marieta alargó su brazo para no dejarlo caer y devolverlo a tierra firme. Marieta fue su brújula, su luz en la oscuridad… hasta que Carlos comprendió que no debía bajar los brazos, que debía respirar hasta la última bocanada de aire fresco que pudieran soportar sus pulmones.
Luchó así Carlos cada día por hacerlo especial, por vivirlo a corazón abierto, disfrutando de su alma gemela y de sus niñas Carla y Cristina de 6 y 3 añitos respectivamente… de bañarlas con ternura, de susurrarles cuentos al oído, de abrazarlas como un tesoro. De amar a su mujer en cada mirada, en cada caricia o simplemente con su presencia.
Pero Carlos no dejó de sufrir, guardo para sí el dolor y lo compartió con la soledad que le proporcionaba la noche. La utilizó para revolver su corazón… ponerlo patas arriba y buscar más sitio en él para guardar fotos, conversaciones, besos, momentos vividos… y fue en la soledad de la noche donde Carlos se dio cuenta que su alma no abandonaría jamás a su familia. El estaría ahí en cada momento… en cada palabra nueva que aprendiera su pequeña Cristina, en cada suma que hiciera su dulce Carla o en cada latido de su amada Marieta.
Pasaron apenas 2 meses más cuando la boca de Carlos exhaló su último suspiro, cogido de la mano Marieta en una pequeña habitación de Hospital. Marieta observó por última vez sus brillantes ojos azules apagados y le besó en sus labios por última vez. Lo hizo con fuerza… para sentirlos por última vez y dejó escapar sus lágrimas para compartirlas con él. Lo abrazó… lo abrazó para llevarse con ella el alma de su Amor… de la otra mitad de su corazón… su corazón… el cual jamás latiría a la misma velocidad que lo hizo hasta ese día.
Con el tiempo, solo la soledad de la noche fue testigo del dolor de Marieta. De su tristeza… del vacío de su cama y de la falta de ese dulce olor que bañaba la almohada de Carlos.
Una noche, pasados cuatros meses desde que su corazón disminuyera el ritmo de sus latidos Marieta quiso abrir el baúl de sus recuerdos. Quiso compartir su soledad con el espíritu de su Amor. Y ahí… solo con la luz de la mesilla de Carlos, Marieta sacó un chaqueta negra, de tela vaquera. Era la chaqueta que Carlos le había regalado en su quinto aniversario de novios, donde Marieta probándosela, introdujo su mano en el bolsillo derecho de la chaqueta y descubrió un anillo de oro, con la inscripción: C&M. Al darse la vuelta encontró a Carlos arrodillado con su mano extendida.
Como queriendo recordar aquella experiencia Marieta se colocó la chaqueta, la cerró con sus finas manos e introdujo con los ojos cerrados su mano derecha… sintió algo fino entre sus dedos y sobresaltada, con sus piernas temblando y sin moverse se dejó caer hasta sentarse en el borde de la cama.
Observó la hoja de papel que tenía en la mano, la abrió, reconoció la letra de Carlos y dejó caer una gota de lágrimas en ella. Comenzó a leer:



De Carlos para Marieta:

Hola mi amor. Para cuando leas esto, mi cuerpo ya no estará junto al tuyo, en este mundo humano que nos rodea.
Marieta, te amo con todo mi corazón. Eres mi norte, mi señal en el camino, la compañera ideal. Eres la otra mitad de mi corazón… y si claro, que no me importa haberte regalado la mitad del mío, porqué se que si lo tienes tú, podré sentir el latir del tuyo hasta tenerte de nuevo a m lado.
Ahora me encuentro aquí, escribiéndote en nuestra cama con mi luz encendida y te estoy observando.
Observo tu belleza. Tu precioso pelo castaño, como un riachuelo de chocolate que cae sobre tus hombros. Tienes la mano derecha tocando tu suave vientre, y tu pequeño pie rozando el mío. Te acabo de arropar un poco más. Siempre has sido tan desinquieta durmiendo. Te escribo en la profundidad de la noche. No puedo dormir, necesito observarte un poco más porque estoy locamente enamorado de ti desde el día que te conocí, desde el día que mis ojos cruzaron los tuyos por primera vez.
Marieta sueño con vivir a tu lado un poco más… con hacerme viejito contigo, caminar a paso lento junto por un parque… pero se que eso no puede ser así. Tengo que irme de aquí… ¡Oh mi amor! Como late mi corazón por ti.
Marieta sigue adelante, no caigas en el camino, yo siempre estaré a tu lado cuidándote, atento por si caes. Siempre estaré ahí, compartiendo mi almohada contigo, educando a las niñas, durmiendo a tu lado…
Y recuerda esto Marieta: cuando nos volvamos a ver, iré a recogerte. Y caminaremos por el universo, saltaremos de estrella en estrella. Pasearemos por la luna hasta recorrerla varias veces. Subiremos a un cometa y veremos todos los planetas a nuestro paso. Saludaremos a los Astronautas en sus naves, observaremos la Tierra y cuidaremos desde la distancia a nuestras niñas convertidas ya en ese tiempo en mujeres. Nos sentaremos en las nubes a charlar y a contar los aviones que pasan a nuestro lado. Pero lo más especial será nuestro secreto: Porque cuando estés cansada, buscaremos al Arco Iris. Nos sentaremos en él, nos agarraremos de las manos y nos dejaremos deslizar como si de un tobogán se tratara. Y al llegar abajo aterrizaremos en ese lugar sobre el Arco Iris del que habla tanta gente . Ese lugar mágico, ese prado verde, con un manantial de agua cristalina, y el cielo azul despejado. El sol que reflejará su calor en tu cara y esas flores que embriagarán tus sentidos. No se lo digas a nadie Marieta… lo descubrí yo soñando a tu lado… y soñar a tu lado es soñar de verdad. Te amo para Siempre vida mía.

Marieta cerró los ojos. Comenzó a darse la vuelta lentamente. Abrió los ojos… allí estaba Carlos de rodillas con sus brillantes ojos azules y sus brazos abiertos.

escritor.dormido