domingo, 18 de diciembre de 2011

El detenido rojo





Aquí está la canción de este escrito. Ponedla y leed, muchas gracias: http://www.youtube.com/watch?v=7812dngARbk




Hace muchos años, cuando las monedas de pesetas brillaban con el tintineo de la luz, mostrando la cara de un dictador de facciones redondas, cuando siluetas uniformadas de gris,materializaban a un nombre todavía abstracto llamado justicia.


Corriendo quizás el año sesenta y nueve, Madrid se alejaba ya de las balas de la guerra, de la sangre derramada por aceras adoquinadas. La Cibeles miraba al frente, olvidando en sus ojos inertes los disparos escupidos por las armas de ambos bandos. En esa década, de expansión de un pensamiento nacido del fusil y de una mano alzada, Marcos asistía a la facultad de periodismo de la ciudad de Madrid.Allí, rodeado de iguales, compartiendo apuntes y profesores de pensamientos radicalmente opuestos, Marcos comenzó a traspasar los muros de una nación cerrada al mundo. Una nación, cercada de alimentos y relaciones diplomáticas.



Confeccionó así una pertenencia común con una bandera guiada por un martillo y un yunque. Poco a poco, husmeó entre callejuelas y organizaciones; afiliándose a un partido político de pensamiento radical y separado del conservadurismo del gobierno de un solo hombre. Un pensamiento que proclamaba una canción diferente de libertad y opinión. De futuro alterno para miles de españoles encerrados en una jaula separada de la verdad.Aquel pensamiento, perteneciente a los vulgarmente llamados “los rojos” quebró la vejez de aquel rostro de las monedas brillantes; alimentando cada año la explosión de unas revueltas estudiantiles, protagonizadas por jóvenes de clase media. Jóvenes de flequillos tintineantes y pantalones de campana, de pelos alargados y camisas desenfadadas.



Con el paso de tiempo, mientras la Brigada Política Social extendía sus tentáculos, invadiendo miles de hogares madrileños en busca de esos reflejos rojos que tanto dañaban a aquella poderosa institución llamada “el régimen.” Marcos huyó de casa con miedo de comprometer a una familia humilde de un barrio de Madrid.Pero el tiempo y el tesón de aquellos que decían defender la libertad de la patria lo detuvo sin razones en una esquina sin nombre de un barrio cualquiera.



Cuando quiso darse cuenta y abrir sus ojos de jovenzuelo las paredes de un calabozo de la Dirección de Seguridad ensombrecieron el rostro pálido y asustado de un chico inocente.Su padre acudió a la llamada de funcionarios sin sentimientos ni corazón. Funcionarios envueltos en un gris dotado de violencia e intolerancia, que lo hicieron esperar noticias que no llegarían, informándolo de buscar un abogado.


Así pasaron algunos días. Días largos para una familia aterrada y ansiosa por acariciar y abrazar un rostro guardado en sus corazones.Días que crearon una simbiosis gemela, produciendo un cuadro inolvidable que solo las sombras podían disfrutar. Un cuadro donde un chico asustado lloraba encogido entre unas sábanas rancias y vacías, privado de su libertad por unas paredes húmedas y frías, testigo de culpables inocentes. Un cuadro donde una madre lloraba en silencio oliendo el forro de su almohada, mientras un álbum de fotos bañado en lágrimas caía abierto en el suelo.


Lejos queda ya en la memoria las idas y venidas para intentar acariciar sus manos, para entregarle alguna muda seca que pudiera reconfortarlo o simplemente un bocadillo envuelto en papel de periódico para nutrir su malestar.


Y cuando nadie lo esperaba. Un domingo, entró la luz a través de la puerta de aquella celda mugrienta. Un policía nombró sus apellidos, quitó sus grilletes y arrojando en sus manos sus escasas pertenencias lo guió hasta la puerta apostillando que había tenido suerte.Caminó entre las calles tempranas y desiertas. Escuchó el sonido de los pájaros acurrucados en las ramas de los árboles cercanos. Cruzó los pasos de peatones como si alfombras rojas se trataran. Se dejó deslizar entre las calles recién bañadas por mangueras municipales abriendo sus pulmones para extasiarse con aquella sensación contagiosa a la que llamaban libertad.Las piernas guiaron a su mellado cuerpo hasta cruzar el umbral de una puerta tras la que se escondía un lugar secreto llamado hogar. Allí, alarmado por la caída de la taza que su abuela sostenía en las manos cuando lo vio entrar. Confortado con los gritos de felicidad de sus hermanos, con los besos y abrazos de aquellos padres sufridores que lloraron al verlo sonreír, dejó aflorar en su piel el significado de la palabra verdad.


Ahora, décadas después. Sosteniendo un bastón en la mano y sentado observando a sus nietos jugar en un parque cualquiera de Madrid, recordando aquellos tiempos de juventud. Pasando como fotografías en su retina el crecimiento de una España libre, comprendió al fin el significado de la palabra libertad.


escritor.dormido








lunes, 5 de diciembre de 2011

Déjalo ir










Porque realmente... la vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes. (John Lennon)






Aquí tenéis la canción de escrito. Ponedla y leed. Muchas gracias por dedicarle una pequeñta porción de vuestra vida a leerlo. http://www.youtube.com/watch?v=6PjropbqoBc

Extracto de una porción de alguna vida:



Lo miraba con dulzura mientras le acariciaba las mejillas lentamente. Mi intención era reconfortarlo, aunque no sé para que se reconforta a una persona que está a punto de morir. Tampoco sé porque nos empeñamos en que los últimos minutos de vida, sean un regalo de recuerdo. Nos habremos institucionalizado, los dramas de Hollywood habrán penetrado en nuestra cabeza, creando una pequeña ilusión de compasión dulce, de mecanismo perfecto en el que somos capaces de consolar a una persona casi muerta. Cuando vas a morirte, sería mejor que la parada final estuviera cerca. Que el sufrimiento ya fuera etéreo y que las voces que te rodean sean, como un canto lejano que no signifiquen nada.





Pero él estaba ahí, y por alguna razón, necesitaba darle aquella caricia. Necesitaba demostrarme que lo iba a echar de menos. Realmente no hacía falta lo sé. Los seres queridos son algo que se llevan para siempre. Recordaremos al que nos amaba con locura pero también al que nos hizo sufrir con dolor. Me avergüenza decir que yo fui de esos que hacen sufrir. Esos que no escuchan los consejos y prefieren intentar descifrar pasajes de la vida que no puede comprender. Cómo ser responsable, cuando no sabes qué es la responsabilidad. Cómo reconocer una obligación si nunca has querido ser parte de ninguna.





Soy un hombre con nombre y apellidos. Tengo el pelo seco y la cara desgastada. Las ojeras es lo único que resaltan sobre mi piel amarillenta. Tengo el cuerpo lleno de agujeros, agujeros que fueron la vía de entrada de lo que destrozo mi vida. Sí, soy un drogadicto. Un drogadicto que hizo daño a su familia hasta el punto de alejarse de lo único que ha permanecido en su vida. Los amigos desaparecieron en cuanto me fui deformando. Los conocidos agacharon la cabeza y observaron con sutileza el suelo. Mi vida… mi vida se desmoronó con rapidez. Perdí la noción de lo que me rodeaba pero si hubo una cosa que permaneció de pie, que fue incondicional a pesar de todo lo que cambió: el amor de mis padres. La desesperación por encontrarme en los poblados mientras la saliva resbalaba por la comisura de mis labios, mientras sentía frío en la noche a causa de necesidad. Me persiguieron como dos superhéroes sin traje ni poder, simplemente con ganas de querer.



Ahora… ahora me arrepiento, me arrepiento por no haber sido valiente para cambiar. Para darme cuenta que los seres queridos siempre permanecen para bien y para mal.


Mientras él se muere, puedo notar el olor de su cuello como cuando era niño. Me gustaría abrazarlo y que viera mis ojos por última vez, pero eso solo serviría para hacerlo sufrir y sonreír. Será mejor que lo tape con cuidado, le bese la frente y me marche a la calle intentando comprender que es mejor dejarlo ir.


Quizás dentro de poco tiempo, en ese sitio al que se va después de la muerte, pueda abrazarlo y tener varlor para pedirle perdón. Para acostarme en su regazo y decirle mientras noto su olor, que lo comprendí. Comprendí que los seres queridos siempre permanecen en el corazón... para bien y para mal.



escritor.dormido