viernes, 25 de marzo de 2011

Vida de Joan Crusat ( Capítulo I )


Aquí esta la canción de la primera entrega de esta miniserie literaria. Muchas gracias: http://www.youtube.com/watch?v=FEwxW5INakc


Me llamo Joan Crusat y voy a morir prematuramente a la edad de 38 años. Los médicos dicen que de un tumor cerebral maligno que afecta al lado izquierdo de mi cerebro. Yo en cambio, prefiero pensar que es el momento de encontrarme con algunos de mis amores. El momento de volver al regazo de mi madre o a los brazos de mi padre. Sea como sea, el tiempo se agota ya rápidamente como un reloj de arena contando hacia atrás. Mientras, estoy sentado en una cama de hospital con la mirada perdida entre edificios grises que me ocultan unas vistas de libertad antes de cerrar los ojos por última vez. Cuando echo la mirada atrás, me doy cuenta de que la vida es fugaz, mágica y esclavizadora. Son muchos los recuerdos del pasado que se amontonan en la memoria y la mayoría de ellos, por mucho que sean felices; ahora en la cuenta atrás hacen el mismo daño. Soy Joan Crusat y esta la corta historia de mi vida:


Decía mi madre que el sol salió la mañana que yo nací. Con ternura y una dulce sonrisa, intentaba explicarme cuando era pequeño el por qué de ser el único de mis cuatro hermanos en tener el pelo rubio. Vivíamos en una pequeña casa del barrio gótico de Barcelona. Una casa diminuta, con apenas dos habitaciones donde mis hermanos y yo jugábamos a indios y vaqueros. Mi padre Alfonso trabajaba como artesano en una antigua zapatería heredada de mi abuelo unas calles más allá. La intención fue que nosotros continuáramos el negocio, pero mi padre siempre supo que nuestros sueños iban más allá de aquellas calles. Más allá de aquel barrio y de aquella maravillosa ciudad.


Mi infancia no fue diferente a la de muchos niños. Las mañanas tortuosas siempre me llevaron al colegio. Las tardes intrépidas guardaron aventuras entre las calles junto a Xavier, amigo de la infancia y de esta media vida. Las noches por su parte fueron mágicas y fantasiosas, bañadas por la pequeña luz de la habitación y la silueta de mi padre contando cuentos proyectada en la pared. Volvería atrás sin duda. Daría mi corazón por disfrutar las historia de Dan McQueen, el aventurero del lejano Oeste inventado por mi padre.


¿Qué es la infancia? La infancia para mí, es esa época dorada bajo la protección de los padres donde las responsabilidades están exentas de maldad, donde la mayor preocupación es levantarse por las mañanas para ver a Lucky Luck y el peor castigo es no salir de casa por culpa de la lluvia. Ahora, cuando miro atrás, la infancia es un anhelado deseo corto e intenso. Una época marcado por el fantasma del crecimiento, sin duda, la etapa en la que la fragilidad se deja atrás y los deseos de ser mayor y fuerte ocultan lo verdaderamente importante: la inmadurez de la inocencia.


Era un buen estudiante...si no excepcional, al menos me preocupé por no defraudar a mis padres. Era importante para mí responderles con lo único que con el tiempo me llevaría a tener la oportunidad de ver más allá de los muros antiguos de la Ciutat Vella. De explorar a través de la lectura ciudades magníficas con edificios enormes que llegarán hasta la base del cielo. Es cuando somos pequeños que guiamos a nuestra conciencia hacia los sueños que nos perseguirán toda la vida. Algunas personas giran en torno a la familia. Otras aspiran a tener un empleo que los llene de satisfacción. Yo desde pequeño siempre quise pasear por Manhattan, tomar un té en Chicago o mirar hacia arriba a la torre Eiffel. Fue por eso quizás, que atraje a Xavier cada tarde a jugar a los exploradores. A encarnar a Colón en su llegada a América o suplantar a algún pirata que buscara tesoros en nuevas tierras. Siempre saqué notas aceptables. Siempre destaqué en Geografía, en historia y en literatura. Las letras, los acontecimientos y nuevos lugares que descubrir me proporcionaron las pistas para guiar mi conciencia hasta lo que siempre deseé: Conocer mundo.

¡Ah tierna infancia! Que rápido pasas delante de mi ojos. Niñas. Chicas. Mujeres. ¡Oh! esa otra mitad de la especie humana. Esas personas tan complejas pero especiales, tan creativas y combativas que pueden dominar el mundo con solo usar su esfuerzo. Nunca olvidé mis deseos de ver mundo, pero no pude evitar desviar la mirada de las fotos para observar a medida que me hacia mayor curvas y cinturas que me hacían soñar con compartir con alguien esos viajes, esas vivencia, ese sentido de la vida que cada uno debemos encontrar. Dicen que la juventud es un bien preciado, una mina de oro que puede producir muchas riquezas. Y quizás tengan razón, quizás la juventud tiene valor. Pero todo lo que tiene valor puede devaluarse. No se trata de oportunidades o aventuras. Se trata de escoger el camino adecuado. Mi madre Carme, siempre decía que las elecciones son producidas por otras elecciones. Así que era mejor decidir por uno mismo, para arrepentirnos por culpa nuestra. Los valores de la juventud son los elementos que te permiten vivirla como deseas. Yo elegí sacrificarme.


Mi padre murió junto a mi hermano David en un accidente de tráfico. Ni siquiera iban a bordo del vehículo. Simplemente caminaban por la calle de camino a comprar madera para hacerle a mamá una estantería de especias. Mamá no lo soportó. Murió del corazón 6 meses más tarde, pero prefiero pensar que su corazón murió de pena esperando escucharlos volver a casa. A los 18 años y con una familia que tenía seguir adelante, ayudé a mi hermano mayor en el taller. Estudiaba por las mañanas en la universidad de Barcelona y por las noches, cuando la penumbra envolvía a la oscuridad, mis manos aprendieron la sabiduría del trabajo. Los callos de las manos fortalecieron mi mente pero nunca dejé de soñar despierto y dormido con ver más allá del mar. Una noche, al tintineo de los utensilios y mientras apretaba la suela de goma de un zapato, mi hermano apareció en el umbral de la puerta con un bocadillo en las manos y se sentó a mi lado y me dijo unas palabras que todavía recuerdo:


Sé que tu vida va más allá de un taller de zapatos. Tus estudios son el seguro de tus sueños y tu responsabilidad las fuerzas ante las flaquezas. Sé que estás viviendo eso que se llama juventud, pero créeme hermano, q el esfuerzo y los sacrificios son el camino para perseguir tus sueños.



escritor.dormido

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