viernes, 20 de noviembre de 2009

De Pablo para Ana






Os dejó el link que como siempre es habitual, tienen que poner para escuchar la canción, espero que disfruten. Muchas gracias: http://www.youtube.com/watch?v=9DUcYE00v1c






Todavía podía acordarse de su sonrisa de pillo… de cómo jugaban sus ojos cuando la miraba con esa travesura que inundaba toda su persona. Ana y Pablo se habían conocido hacía un año en una colonia de verano. Ambos eran monitores. Aquel era su primer año ejerciendo voluntariado. En ese campamento venían niños y monitores de todo el país. Ana, comprometida con todo lo relacionado con niños, estudiaba Magisterio en la Universidad. Los niños era su pasión y desde temprano sintió la vocación de enseñar y sonreír. Pablo en cambio, era un joven alocadillo. No le gustaba estudiar así que pronto tuvo que comenzar a desempeñarse en el negocio familiar, el bar de su padre y donde comenzó a desarrollar ese don de gente que le facilitaba la conversación con todo aquel que quisiera escucharle.


Podría decir que el flechazo fue directo pero mentiría. Todo comenzó un noche de Agosto y una fregona mojada fue la causante. Hacía una hora que la colonia se hallaba en silencio y los niños acostados. Los monitores, realizaban tareas de limpieza. Ana limpiaba el suelo de la cocina y Pablo quería una manzana. Tras cruzar la esquina de la cocina se encontró unos ojos inocentes, que lo miraron interrogando sus intenciones. Pablo se paró extasiado. Esos ojos… era hipnotizadores… y Pablo les sacó una foto con el corazón para no olvidarlos jamás.
- ¿ A donde crees que vas? Inquirió Ana.
- Hola monitora, cojo una manzana ¿vale?.
- ¿No ves el piso mojado?
- Bah, no te preocupes, pasando puntillas no molesto.
Y pronto dijo eso, cayó de bruces al suelo y llevándose la mano a la cara vio como Ana tenía agarrada la fregona en dirección de sus pies.
- Eres un asesina monitora. Dijo Pablo con una sonrisa.
- y tú un malcriado monitor.
- Jo ¡que carácter monitora!, debes asustar los niños así.

La cara de Ana no denotaba sorna alguna. Pensaba que ese Pablo era un charlatán, guapo…pero un charlatán. Ella no se había trabajado fregar el suelo para que él pasara de puntillas y arrastrara las porquerías de sus zapatos.
Más tarde Pablo marchó a la cama. Miraba el techo y podía ver ahí sus ojos verdes que lo habían mirado inocentes. Le dolía un poco la rodilla. Se había pegado un buen golpe al tropezar con la fregona que Ana le había puesto delante de sus pies. Sus ojos le había cautivado. No podía dejar de pensar en ella, y eso no le había pasado jamás. No podía dejar de ver en su cabeza la fotografía de sus ojos… quizás se había pasado con la monitora…al fin y al cabo, le había molestado mientras ella hacía sus tareas, pero bueno… ya se le ocurría algo.
Pasaron los días. Los niños y sus actividades colmaban el tiempo y la vida en la colonia. El día se inundaba de gritos, juegos y canciones. Pablo por su parte, no dejó de pensar en los ojos de Ana. En su sonrisa, en como movía sus finas manos, en la dulzura con la que trataba a los niños. En como su cuerpo jugaba al son de canciones, como su cara siempre dibujaba un cuadro precioso al que podía contemplando una eternidad.
Ana, no podía dejar de pensar en Pablo… en su piel morena como la tierra, en su carácter alegre, en su voz y sus alegrías que se oían por todo el campamento y que hacían sonreír a su corazón. Porque a pesar del cansancio, la voz mañanera de Pablo, encendía a los monitores y niños por igual. Pablo, era uno de esos ruidos que te gusta escuchar y el corazón de Ana se sobresaltaba cada vez que sin saber donde estaba lo escuchaba articular palabra… y desde entonces, se imaginó a esa voz susurrándole al oído una frase mágica: Te quiero.
Siempre se piensa, que cuando personas se cruzan, es el destino quién los junta. Pero a hay veces, que va más allá del destino. Son las veces en las que dos corazones no están llamados a juntarse. Y son los propios corazones voluntariamente, los que se sincronizan, para no dejar de latir al mismo tiempo jamás. Fue una noche con luna llena cuando Pablo tuvo la oportunidad de disculparse a monitora. Esa noche tras el toque de queda, Ana debía volver a pasar la fregona en la cocina. Tras un día agotador Ana se acercó a la cocina y al buscar la fregona vio atada una notita con una cintita rosa que ponía: Perdón monitora… y Ana pensó en Pablo.
Simultáneamente, Pablo llegó a su habitación y al mirar a su almohada encontró una manzana con una cintita roja y una nota que ponía: Perdón monitor.
Fue desde ese día, cuando no pararon de pensar el uno al otro… cuando no dejaron de acariciar cada uno sus cintas de colores.
Y fue así, entre miradas secretas y escapadas al bosque como Ana y Pablo se conocieron, se mimaron, se amaron. Cada uno con su lazo de color en las muñecas, mientras sus manos se entrelazaban y sus dedos se retorcían entre sí fusionando sus piel y formando una sola huella. Conocieron sus secretos más íntimos y llegaron a acomodarse cada uno en el corazón del otro. Se miraron desde la distancia, se compenetraron con su silencio y se juraron amor eterno.
Comenzaron cada noche a imaginar un futuro ideal, lleno de cielos azules y prados verdes, donde el amor lo inundaba todo y donde solo había espacio para ellos dos. Proyectaron sueños sobre el cielo de la noche y juraron que sus vidas cambiarían. Soñaron con que Pablo se mudaría con Ana, y Ana le pidió como pago del alquiler que volviera a estudiar.
Sintieron que el tiempo se acortó, que voló como un violento tornado y que pronto llegaría el momento de separarse para volver cada uno a su lugar natal.
La última noche, Pablo mandó una notita a la habitación de Ana: Te espero en el viejo roble curvado.
Ana, salió en dirección al sendero que se adentraba en el claro de bosque donde se hallaba el roble curvado, justo detrás de la cocina donde se habían conocido. Allí estaba Pablo, sonriendo mientras que su cinta roja se mostraba brillando en su muñeca a la luz de la luna.
- Hola cariño. Saludó Pablo con una sonrisa.
- Hola mi Amor. Le respondió Ana agarrando sus manos.

Se sentaron en la roca que estaba al lado del árbol. Pablo la atrajo hacia sí y la colocó delante de sus piernas. Ana se reclinó hacia el pecho de Pablo y este pudo cerrar sus ojos y oler su pelo… era como un prado lleno de flores primaverales bañadas por el sol y acariciadas por pequeñas gotas de lluvia. Pudo así sentir como su corazón se cerró y tiró la llave de sus sentimientos para no dejar marchar jamás a Ana de él.
- Contigo Ana. Le susurró al oído.
- ¿Conmigo? Le respondió con un hilo de voz.
- Sí, solo contigo. Y le besó la oreja.


Tras una noche de amor, que llenó sus corazones hasta el momento de volver a verse, Pablo y Ana debían despedirse. Encararon sus miradas. Los ojos de ellas brillaban como la primera noche. Sus labios se acercaron y la magia recorrió sus cuerpos a una velocidad de vértigo. Te amo… se dijeron en con los ojos. Pablo comenzó a subir al autobús cuando Ana lo llamó.
- ¡Pablo!
- ¡Dime Ana!
-¿Por qué dijiste anoche contigo? Le preguntó.

El autobús comenzó a rugir y a dar los primeros pasos del viaje de vuelta cuando Pablo le gritó de nuevo:
-¡ Solo contigo! ¡ nunca lo olvides!
La puerta se cerró y Pablo corrió al cristal trasero. Miró a Ana y puso su mano sobre el cristal. No llevaba puesto su cinta rojo… Ana se dio cuenta y se quedó extrañada. Subió a su autobús, y al rato de estar viajando abrió su maleta y se encontró un sobre. Dentro había una carta y la pulsera roja, pero ahora tenía unas letras que rezaban: Solo contigo. Se acomodó, sonrió y abrió su corazón.

De Pablo para Ana:
Hola Ana. Te escribo para decirte que has cambiado mi vida y que te quiero muchísimo, pero nunca sabrás hasta donde por que esto sería imposible. Desde el día en que te conocí en aquella cocina ,tengo tus ojos grabados a fuego en mi corazón. Siento que no puedo vivir sin ti, eres el aire que oxigena mi sangre. Ana… se que me vida va cambiar, y se que no seré el mismo… quiero hacerlo todo a tu lado, quiero estudiar, dormir, cenar… mi corazón late por ti. Y es ahora, de manos contigo cuando siento que la vida es un regalo y que tu eres el precioso papel que la envuelve. Ana, nunca olvides que solo quiero estar contigo.
Porque quiero estar contigo, respirar contigo, padecer contigo, enfermar contigo, sufrir contigo, reír contigo, Ana soy feliz contigo… solo contigo. Te quiero.


Habrían pasado ya tres horas de viaje, y Ana había releído la carta muchas veces, cuando se acercó uno de los responsables superiores de la colonia con gesto serio y afectado.
- Ana… nos acaban de llamar… el autobús donde iba Pablo ha volcado… y él ha…y dijo esto último, mientras le tendía un abrazó.
Ana se derrumbó, y sus ojos comenzaron a llenar de lágrimas silenciosas. Estrujó la cinta roja de Pablo en su mano y leyó… Solo contigo… y sintió como sus corazones todavía latían juntos.

Escritor.dormido

No hay comentarios:

Publicar un comentario