sábado, 9 de enero de 2010

Cuento: De Mamá para Mireia ( Érase una vez...)


Aquí esta la música que enlaza este texto. Como es habitual, ponedla y leed simultaneamente. Muchas gracias: http://www.youtube.com/watch?v=DZHw9uyj81g



Carla estaba en el rincón de su habitación. Se encontraba de rodillas. El dolor de los golpes le recorría sus costados. Su mano sangraba y el corto vestido que llevaba se había teñido del rojo de su sangre. Las lágrimas ya no resbalaban por sus mejillas, porque ese día sus lagrimales se había secado para siempre. Sus ojos no denotaban expresión alguna. Los llantos de Mireia penetraban con agudeza en sus oídos, y recorrieron su cuerpo como una daga afiliada. Fue entonces, cuando tras el portazo de la puerta fue capaz de levantarse con mucha dificultad, y con el dolor de haber sido forzada entre sus entrepiernas, se levantó a tenderse y esconderse bajo las sábanas, y fue allí, con la triste melodía llorosa de Mireia cuando pudo recordar el camino de sus penas y paseó de nuevo por su pasado. Su mente fue invadida por recuerdos… y se acordó de la deuda de sus padres, del alcohol que este ingería, de la enfermedad de su madre, de la muerte de su hermana, de no tener estudios, de las noches encerrada en el baño con un dedo en la boca, y de cuando… sus noches se despedían con un… te quiero princesa. Y eso fue la llave… cuando soñaba con ser una princesa. Acudió a los pies de la cuna de Mireia. La cogió en brazos, la envolvió en su manta y la azuzó contra su pecho con un deseo en su mente, mientras la niña de dos años miraba a su mamá con ojitos cansados. Y mientras Carla encendió la grabadora de su móvil para advertir a su tesoro más preciado, en un arrebato de amor materno, le susurró el cuento más real jamás contado… donde no existió nunca la fantasía y donde se refleja el mundo real.
- De mamá para Mireia. Susurró en el aire.
 
Érase una vez, hace mucho tiempo, una princesa anoréxica que vivía en un triste y oscuro palacio. Las paredes no resplandecían con velas de colores y la estancia nunca olía como un campo primaveral. Ya no había gente en él. No existían mayordomos, doncellas, ni caballeros reales. Sus caballerizas estaban desiertas y los caballos se había escapado. Los soldados no protegían la muralla a punto de derruirse y el foso que protegía el castillo se encontraba disecado y sin peces. Los salones de baile tenía borrados los hermosos lienzos que los habían decorados. Las colosales lámparas de lágrimas que un día habían alumbrado con todo su esplendor ahora yacían batidas en el suelo y el melodioso piano se había quedado sin teclas.
El palacio y su reino se había extinguido, no existían persona que no viviera por dinero, que no utilizará la violencia. Los mendigos y los pobres se agolpaban en las calles, sin auxilio de burgueses y nobles que se marchaban a otros reinos más prósperos. La guerra gobernaba los límites del reino y el clamor y el roce de las armas inundaban un cielo en el que el sol ya no quería salir.
Allí en el interior del palacio todo era oscuro. El rey, había empeñado su trono y su corona y no paraba de beber vino y aguardiente hasta caer borracho y cebarse con la débil reina, a la que golpeaba con violencia, frustrado y lleno de rencor, mientras a ella la consumía una malvada enfermedad de la cabeza que le producía unos dolores terribles y que hacía que su cuerpo no funcionará con normalidad.
Y más arriba, en la ya casi derruida torre, encerrada en una habitación sin llave, se encontraba la princesa. Vestía un raído y descolorido vestido que un día fue azul, pero que ahora no tenía color. Se miraba, al espejo empañado y carcomido por el paso del tiempo y se veía fea. Veía en el reflejo curvas sinuosas, exageradas y creía que no tenía su figura ideal, la figura de una princesa. Estaba gruesa y horrible, y toda su vida era un laberinto sin salida, y desesperada, esperaba una poción mágica que nunca llegaría, pues carecía de hada madrina. Su vida se convirtió en pesadilla y soñó con un hechizo malévolo que acabara con su vida, pero la única solución que se le ocurría era introducir los dedos en su boca, esperando mejorar su figura de princesa para algún príncipe azul… pero no lo había, ninguno quería acercarse a buscar a una princesa que no tenía la puerta cerrada con llave y por la que no había que superar mares y montañas.
Pero un día, se rompieron las cadenas, y un príncipe azul al galope en su hermoso caballo pasó por el castillo y tras mirar por la ventana se quedó prendido por la belleza que desprendía la princesa, del brillo a juego de sus cabellos y sus ojos. De su tez blanca y de sus hermosas mejillas. El príncipe azul, enamorado, subió, la tomó en sus brazos y la montó en su caballo, guiándola a través de paisajes inimaginables y la hizo reina de su castillo. Y fue entonces cuando la princesa con mucha ayuda del príncipe, dejó de introducir los dedos en su boca, y feliz, volvió a vestirse con trajes brillantes y preciosos, a colocarse la corona de piedras hermosas, diendo a luz a una pequeña princesa de ojos azules como el mar. Y tras vivir felices y estar comiendo perdices...un día, un oscuro y tenebroso hechizo alcanzó al príncipe. Y su semblante cambió para siempre. Su sonrisa, se apagó, se volvió violento, agresivo, y comenzó a inhalar sustancias dañinas por su nariz con mucha frecuencia. Se marchaba del castillo y volvía para golpear a la reina hasta que sangrara.
Pasó el tiempo y la reina siguió sangrando, y llorando pero vivió porque todavía tenía a su tesoro más preciado en la ya debilitada corte real… a su pequeña princesa.
Fin de la grabación….

Acabó el cuento, soñó con ver a su hija convertida en una princesa y Mireia hizo lo que su madre más deseaba de ella… suspirar. Se acurrucaron y cerraron los ojos.
El final... no existe porque....
Solo las sombras saben la verdad de las historias ( Pedro Guerra)

escritor.dormido

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