sábado, 16 de enero de 2010

El guardián de Penyafel.


Aquí esta la música correspondiente a este escritor. Muchas gracias:
http://www.youtube.com/watch?v=_I1x-aVqvKI


El cortante viento azotaba las facciones de su cara con el mismo cariño de todos estos años atrás. Y como en aquellas ocasiones, Andreu había cerrado los ojos para recibirlo con los brazos abiertos, mientras caminaba acompañado por su hermoso pastor catalán de pelo marrón llamado Lino por las calles nevadas, directo a visitar una parte de su corazón. Caminaba en el pueblo, apagado a esas tempranas horas, atravesando el juego de sombras que producía la mezcla de la débil luz de las farolas y del brillante alba, que asomaba por el horizonte mientras la luna recogía su manto de estrellas. Las calles permanecían tranquilas, calladas y en su mente solo sonaba una elaborada melodía que solía cantar su madre al levantarse tras los primeros rayos del sol. Allí, en las calles de Moja, en el pueblo donde había nacido y crecido, arrastraba su bastón, llevando a cabo el sagrado paseo que lo llevaría a la joya de su corazón. Avanzó, avanzó, hasta toparse con la torre de Moja parándose a observar sus ya irregulares ladrillos y los pequeños arbustos que crecían entre el cemento perpetuo que los unía. Sus pasos arrastrados, desembocaron en la estrecha calle Llarg. Y tras encoger su cuerpo interiormente, pudo enfilar el camino más maravilloso y mágico que había cruzado en su vida...
Su corazón dio un pequeño respiro de alegría, atenuando aún más los pausados latidos que bombeaban la sangre de sus venas. Y tras dejar atrás la última casa del pueblo, miró la extensión de campos nevados que se proyectaban delante de sus pupilas y pensó que los campos de Moja eran el lugar ideal para acostarse y soñar con cosas preciosas. Avanzó un paso en la fina capa de nieve que cubría el camino e inspiró profundamente para sentir en su cuerpo el frío de la mañana.
Y mientras caminaba por esos brillantes y blancos parajes recordaba fragmentos de su infancia... largas caminatas, siestas bajo sombras de frescos árboles, juegos de niños, escaladas por robustos troncos, robos de frutos, e incluso alguna bronca que acaba con una dura reprimenda de su padre. A cada paso que daba, más se inundaba su corazón de recuerdos y vivencias que jamás olvidaría, que solo eran suyos.
Fue cuestión de tiempo que sus pesados pasos acabarán en la visión más perfecta y especial que unos ojos humanos podría tener si lo deseaban... la hermosa ermita de Penyafel. Se acercó con sumo cuidado, aminorando los pasos que dibujaban huellas tras de sí. Y mientras Lino se sentó como era habitual ante el ritual de su amo, Andreu comenzó a acercarse con sigilo hacia la puerta de la ermita. Se paró en seco. Extendió su mano derecha, hasta sentir la fría temperatura de la madera del portón, suspiró hondó, cerró los ojos y avanzó caminando alrededor de la ermita, sin separar sus dedos de sus gruesos muros; mientras la magia de los mismos recorrían su cuerpo, y la historia... la pura historia que encerraban pasaron por su mente, acordándose de las interminables historias que su abuelo y su padre le contaban con sabiduría. Historias de generación en generación que narraban la perpetúa existencia de la ermita de Penyafel a lo largo del tiempo, de las historias que sus paredes contenían y de los acontecimientos que vivieron a lo largo del mismo.
De cómo padre sobre hijo, abuelo sobre padre y bisabuelo sobre abuelo... se contaron las cosas que esta ermita presenció en el tiempo...
Del paso de las caballerías de los Nobles catalanes y castellanos, del relinchar de los caballos, del tintineo de sus armaduras... de sus batallas.
Testigo de la reconquista de los Reyes Católicos, de la riqueza que llegaban de América. De las dinastía reales, de la expulsión de los judíos, de las guerras del Rosellón, del Imperio Germánico, de los Borbones... del auge económico, del crecimiento de la industria textil catalana, de los carros con preciosas telas, de las vendimias de sus vinos, del cava... de los comienzos del catalanismo, de la crudeza de la guerra Civil... de la vuelta de personas muertas, del terror sembrado.
Pero también de miles de pequeñas historias de protagonistas sin rostro. De los rezos de los campesinos y las atrocidades cometidas por los sucesivos condes de Barcelona. De llantos de niños sin comida, o de madres sin poder alimentarlos. De la tristezas de madres sin hijos o de viudos y viudas.

Del comienzo algunas vidas, del repicar de sus campanas, de las misas acontecidas bajo su altar, de los funerales, de bodas... ermita de Penyafel...lugar de confesiones, escondrijo de perseguidos, o refugio de pobres. Y ahí eterna en el tiempo... ha sido venerada y cuidada como un tesoro por los diferentes guardianes de la ermita. Acompañada en la salida de cada amanecer y en cada puesta del sol.
Andreu era el último de una dinastía familiar. Era el último guardián de la ermita. La acompañaba en el alba y en el ocaso. Acariciaba sus muros, rezaba en su interior, y la contemplaba largas horas, sentado en los prados de cultivos. Y allí, día tras día de su vida, grabó en su retina cada rincón, cada línea de esta preciosa ermita. Escondido en las sombras de arbustos veía a pasar niños en bicicletas, coches modernos, a la chica que siempre paseaba su perra hasta la ermita, a las ancianas de paseo... Andreu como guardián vivía con ella las pequeñas y grandes historias que acontecían en el tiempo y del que solo las sombras sabrían la verdad.
Terminó de dar la vuelta a la ermita, besó su puerta y se sentó en el prado nevado, azuzando su anillo de guardián forjado en plata y trasmitido de generación en generación que tenía en su dedo anular derecho.
Andreu soltó lágrimas de veneración hacia esos muros. Inspiró hondo y sacó un sobre envuelto en pañuelo de seda ya viejo y desgastado pero que mostraba en sus hilos la belleza que un día demostró. Tocaba partir. A Andreu no le quedaba mucho tiempo de vida. El paso del tiempo, benévolo con la ermita no lo era igual para los mortales guardianes. Y como un día su padre le advirtió, llegará el momento en que un guardián de Penyafel no tenga descendencia y habrá que elegir sangre nueva.
- ¿y cómo será padre?
- El vendrá hijo, él vendrá y encontrará la piedra. La piedra que se desprendió el día que repicaron por primera vez sus campanas. Y será ahí donde has de colocar el anillo de guardián.
Con estas palabras en la cabeza, Andreu, que no tenía hijos y estaba próximo a la muerte procedió a prolongar el secreto del guardián de la ermita de Penyafel, pero antes volvió a leer las palabras que encontraría el futuro elegido.


Estimado elegido:
El sabio tiempo ha hecho que tú hayas llegado a encontrar la piedra que encierra el tesoro de todos aquellos que un día protegimos con el corazón y el alma a esta ermita sagrada. Solo el tiempo sabe con exactitud cuánto tiempo se mantendrá en pie. Pero se debe cuidar como el tesoro que representa para todos aquellos que un día entramos dentro de sus muros. Una generación entera lleva cuidando cada día de su vida a esta ermita, procurando que jamás pierda la magia que encierra sus muros. El anillo que te encontrarás envuelto en este antiguo pañuelo es el símbolo de todos aquellos que un día protegimos a lo largo de los siglos en silencio y secreto a esta ermita. Espero que lo lleves con orgullo y que desde este día puedas sentir a esa magia de la que no puedo dejar de hablarte. Prueba a acariciar sus muros, mientras cierras los ojos y enseguida tus oídos podrán escuchar las risas de los niños, los rezos de las ancianas y los cantos de un sacerdote. Podrás sentir una paz celestial, y como esta ermita es un tesoro de la humanidad. Nunca olvides que Penyafel es el tesoro de Moja. Mientras ella este de pie, Moja vivirá en ella y ella vivirá en Moja. Ella será un lugar especial para cada habitante de este pueblo y todo aquel que desee disfrutar de ella. Acompáñala cada día y que nunca se te olvide la frase deuna persona muy santa que pisó esta ermita: ¿Sabes por qué Penyafel es el lugar más adecuado para vivir los amaneceres y los atardeceres? Porque hasta los ángeles bajan del cielo para hacerlo aquí. Con el amor de quién un día cuidó en secreto a esta ermita, que su magia llené todo tus rincones.
Andreu Vila, último guardián de la ermita de Penyafel.

Colocó el sobre y se desprendió del anillo, mirando por última vez su inscripción: els secrets es guarden amb el cor (Los secretos se guardan con el corazón). Lo introdujo todo envuelto en el paño y volvió a colocar la piedra suelta en el muro, a la espera de que alguien la encontrara. Retrocedió algunos pasos, observando al secreto de su corazón y se sentó junto a Lino en el nevado suelo con el mismo manto de nieve que la ermita para taparse con ella hasta su despedida.

escritor.dormido










No hay comentarios:

Publicar un comentario