lunes, 12 de abril de 2010

Llamadas nacionales


Aquí esta la música de este escrito. Muchas gracias a todos: http://www.youtube.com/watch?v=8sODdSIUFd4&playnext_from=TL&videos=Dx_oWiFD89E

Salí a la calle con el pelo húmedo, recién duchado en aquellos vestuarios que para mí ya son parte de mi vida. Atrás quedaban los tintineos de las mancuernas, los golpes de los discos contra el suelo y los resuellos de esfuerzos contenidos al levantar los pesos.
La noche era tenue, agradable para pasear, para disfrutar las calles de piedra del casco antiguo que me guiarían de camino a la estación. Un paseo nocturno, digno de filosofar con algún tema vital que hiciera perder mi cabeza.

Pero mi mente se alejaba del paseo, de recorrer hermosas casas adosadas. Sentía la necesidad de llegar cuanto antes a casa. Necesitaba tranquilizar mi corazón, disminuir sus latidos incesantes. Por ello, acudí a la parada más cercana, rogando con la impaciencia de los dedos que un autobús próximo pasara con apremio y pudiera guiarme con rapidez hasta casa.


Aquel autobús, el número nueve apareció como caído del cielo. Introduje mi bono y me aposté cerca de una puerta para poder bajar sin que ningún viajero pudiera robarme un minuto más de aquella pequeña carrera que tenía que emprender. Me senté abrazando la maleta llena de utensilios deportivos que aumentaban ligeramente la carga de mi espalda ya cansada.


Parada solicitada. Comencé a mover con toda la rapidez las piernas, atravesé esquivando coches algunos pasos de peatones. Apreté con insistencia el botón que detenía los semáforos que arrastraban el tiempo que iba pasando. Volví a moverme con rapidez, recorrí las cuestas del camino, salte por algún matojo de hierbajos y observé a los perros que cada noche jugaban en el parque. Todo esto, con la intención de robarle minutos al momento de escuchar tu voz.


Metódicamente, saqué la llave de mis bolsillos, abrí la puerta del portal obviando al ascensor parado en aquella planta subiendo las escaleras, duplicando y triplicando el paso de los escalones para entrar en casa y sin abrir la nevera acercarme al teléfono marcando una vez más aquel número ya grabado en mis huellas dactilares: 938... Otra llamada nacional.


Y lo cogiste tú. Respondiste con tu bella voz acelerando mi corazón al oír la palabra amor. Sonreí como un tonto al saber que te hacía ilusión escuchar mi voz. Disfrutar, imaginándome tus sonrisas al detectar que no puedo callarme, que siempre tengo miles de cosas que contarte. Pero es así, son llamadas nacionales, que permiten a mi corazón seguir latiendo al escuchar tus risas provocadas por algún disparate salido de mi boca.

Y yo... Yo siento que no quiero colgar. Que necesito escuchar tu voz para siempre, viviendo pendiente de atender el sonido de teléfono, adivinando que es una llamada nacional para hacerme sonreír, para seguir demostrándome que algo puede modificar mis sentidos, mi forma de pensar.


Y yo... te pido que no dejes de llamar. No dejes de escucharme...hasta un día en el que nos sentamos obligados a abandonar esas llamadas nacionales, para hablarnos cara a cara, mano a mano, pudiendo compartir contigo todos aquellos besos omitidos por teléfono, por la línea telefónica que esclaviza mis sentidos.


Y yo... sigo mirando la pantalla...soñando con volver a recibir otra llamada nacional.938...

escritor.dormido

No hay comentarios:

Publicar un comentario