jueves, 25 de marzo de 2010

Habitación 211.



Aquí teneís el link del escrito. Poned la canción a la vez que leeís. Muchas gracias a todos: http://www.youtube.com/watch?v=6XbE8VFuUa8

Estalló de alegría, explosionó de ilusión, como un amanecer tras las montañas, como una cascada que se desliza por rocas húmedas para caer devastadoramente sobre un lecho cristalino.
Lo vio allí, tumbado sobre la cama, leyendo cómics de personajes fabulosos, con su pijama de Supermán... sin percatarse de su presencia.
Avanzó tímidamente sobre el panel situado sobre el marco de la puerta y que tenía inscrito el número 211. Entró en aquella habitación decorada para la ocasión para un huésped muy especial y tocando la puerta con sus nudillos arrugados entró saludando:
- ¿Se puede?
- ¡Abuela!, ¡abuelita!
- ¡Hola cariño!
- ¡Has venido!
Y en ese instante en el que cruzó el marco de la puerta, la habitación se llenó de esa magia especial, una magia especial de abuela que llevan incrustada en el ADN, una magia que siempre trae consigo regalos y golosinas, caprichos y sonrisas.
El estallido de Marcos fue increíble, las paredes decoradas de sus posters de superhéroes vibraron de emoción como si fuera las mismísimas paredes de su casa.
- Abuela ven, siéntate conmigo en la cama que empiezan los dibujos, dijo apartando su peluche de Spiderman.
- Si Marcos, hazle un huequito a la abuelita que le duele su cintura.
Pasaron horas, capítulos, en los que los cuatro fantásticos, Batman o el Capitán América derrotaron a sus enemigos y salvaron a muchas personas. Merendaron el pastel de manzana con su vasito de zumo de melocotón que la abuelita había traído para él.
Ángela, su mamá, los observaba en silencio desde la butaca que acompañaba aquella cama con sábanas especiales para un huésped especial. Sonreía en silencio, olvidando la fatídica o bendita noticia que le mantenía en vilo.
Sonó la puerta, un médico que le hizo un gesto de ok a Marcos, miró hacia Ángela:
-Doña Ángela, ¿Podría hablar con usted?
-Si claro, ¿cómo no?, y desapareció por la puerta.
La abuelita, sostuvo a Marcos sobre su pecho y lo abrazó:
- Marquitos, ¿Cómo te encuentras?
- Bien abuelita, no te preocupes, el médico me dijo que debía de ser muy fuerte para vencer a los bichos malos de mi cuerpo y no ponerme malito dijo marcando su pequeño brazo en señal de fuerza.
Tras la puerta, la conversación que transcendía de la boca del médico y de Ángela dejaba escapar algunas palabras que escuchaba con debilidad la abuelita:
-Doña Ángela, el laboratorio está muy ocupado, vamos a tener que retrasar hasta mañana el resultado de la biopsia. Le prometo que mañana sabremos si el tumor es benigno o maligno.
Con lágrimas en los ojos, Ángela se despidió del galeno y volvió a entrar sonriendo a la habitación.
La abuela percatándose de la situación, insistió a su hijo para que él y su nuera, con cara ya demacrada se fueran a casa a descansar esa noche.
- ¡Es mi nieto! Y me voy a quedar con él.
- Mamá tú no puedes... acabarás destrozada de la cintura.
- Esta vieja tiene todavía gasolina para muchos paseos hijo mío y vosotros estaís cansados.
Tras una pequeña disputa familiar bien conciliada, los papás decidieron irse obligados a descasar, pero prometieron volver mañana muy temprano, debían saber ese resultado.
-A las siete estaremos aquí dijo su hijo despidiéndose y cerrando la puerta tras de sí.
Las luces de las noches tintineaban en las calles que rodeaban aquel hospital. Marcos dormía ya tapado hasta el cuello con su peluche de Spiderman pegado a su piel. Su respiración era rítmica, melodiosa. Parecía un pequeño angelito de cabellos rubios. Parecía bajado del cielo, traído de otro planeta... quizás fuera cierto y de ahí su pasión por los superhéroes, pensó sonriendo profundamente.
Allí, como una dualidad entre lo antiguo y lo moderno. Como un óleo del pasado sobre un marco nuevo de aluminio, abuela y nieto compartieron una noche especial. Una noche donde Marquitos, ajeno a la importancia de aquella biopsiam soñó posiblemente con ser un superhéroe que salvaba a alguna chica, derrotando algún malévolo enemigo de poderes oscuros,mientras su abuela, con su labor de tejido en las manos, lo cuidaba con devoción. Imaginando cosas que le quedaban por vivir junto a su nieto. Cumpleaños, notas de colegio... nuevas novias, logros deportivos y quién sabe si... algún bisnieto. Pasó así la noche, ese ángel de mirada dulce, escondido en el cuerpo de una anciana ... pasó en silencio... tejiendo y tejiendo ajena a los pasos de enfermeras y vigilantes de seguridad. Ajena a la oscuridad de los pasillos, al resplandor de las luces de emergencia... a los tímidos llantos de otros niños en habitaciones contiguas. Allí, ajena a todo el mundo que le rodeaba, tejía una tela, acompañada solo con la melodía, con la respiración de su nieto. Y mientras lo miraba, no paraba de rezarle a la Virgen, de pedirle que aquel niño suspicaz y risueño no podía cargar con aquella cruz.


Siete de la mañana,ocho de la mañana, nueve de la mañana, diez de la mañana... Ángela miró el reloj de aguja flosforescente que tenía en su mesilla de noche. De pronto abrió los ojos con violencia... ¡ Se había dormido! corrió con toda sus fuerzas hacia el coche con la misma ropa del día anterior, condujo bruscamente mientras su marido se frotaba la cara. Aparcó violentamente. Corrió entre los pasillos, subió las escaleras con las prisas de un demonio hasta encarar la habitación 211 y...


-¡Mamá! ¡ he ganado! ¡He matado al malo! !no estoy malito! soy...¡supermarcos! y corrió a los brazos de Ángela, que ya lloraba de emoción, siendo partícipe de la noticia más alegre que había escuchado en su vida.
- Felicidades Ángela. Lo extraeremos sin que quede nada. Todo saldrá bien.
Cuando Ángela levantó la cabeza vio a su suegra dormida sentada en la butaca de hospital, con una cruz de algodón, a punto de terminar de ser tejida. Estaba tapada con una sábana infantil y con un peluche de Spiderman bajo el brazo. Ángela miró hacia su hijo.
-Shhh!! no hables alto mami... ya la salvé del señor sueño.
escritor.dormido















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